La estela de Cuba en el pensamiento de Santiago Ramón y Cajal: una impronta indeleble
RESUMEN

En el presente trabajo se analiza la influencia que ejerció el conflicto bélico que supuso la independencia de Cuba en el pensamiento y la obra de Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina y posiblemente el neurocientífico más relevante de la historia. Durante su juventud, Cajal participó, como médico militar, en la Guerra de los Diez Años y permaneció en Cuba durante más de un año, atendiendo a soldados heridos y enfermos en los insalubres fortines de la manigua. Esta experiencia militar estuvo a punto de costarle la vida por una caquexia palúdica severa. La última guerra de independencia, el conflicto bélico con Estados Unidos y la definitiva pérdida de la colonia produjeron una quiebra del sistema político y social español e influyeron de una forma muy marcada en el pensamiento sociopolítico de Cajal, que se alineó con el Movimiento Regeneracionista de Joaquín Costa. A partir de este momento, Cajal defendió, durante el resto de su vida, una regeneración educativa, cultural y científica de España. Para ello, en muchas de sus conferencias, discursos y publicaciones defendió una nueva idea de patriotismo, centrada en la tenacidad y la honestidad en el trabajo, donde el afán de justicia fuera una aspiración ineludible y el sentido del sacrificio personal una máxima indispensable: un patriotismo de carácter crítico, eminentemente moral y siempre políticamente neutral. Su lema fue ¡A patria chica, alma grande! Así pues, la experiencia cubana de Cajal derivó en uno de los ejemplos más lúcidos y clarividentes de defensa del patriotismo español de la primera mitad del siglo xx.

ABSTRACT

This paper analyzes the influence of Cuba's independence war on the thought and work of Santiago Ramón y Cajal, Nobel Prize in Medicine and possibly the most relevant neuroscientist in history. During his youth, Cajal participated, as a military doctor, in Cuba’s Ten Years' War and remained on the island for more than a year, treating wounded and sick soldiers in the unsanitary forts of the Cuban woods. This military experience nearly cost him his life because of severe malarial cachexia. The last war of independence, the war with the United States and the final loss of the colony produced a bankruptcy of the Spanish political and social system and had a very marked influence on Cajal's socio-political thought, which was aligned with the Regenerationist Movement of Joaquin Costa. From this moment on, Cajal defended, for the rest of his life, an educational, cultural and scientific regeneration of Spain. To this end, in many of his lectures, speeches and publications he defended a new idea of patriotism, centered on tenacity and honesty at work, where the desire for justice was an inescapable aspiration and the sense of personal sacrifice an indispensable maxim: patriotism of a critical character, eminently moral and always politically neutral. His motto was “before a small country, a great soul!” Thus, Cajal's Cuban experience resulted in one of the most lucid and clairvoyant examples of defense of Spanish patriotism in the first half of the 20th century.

Palabras clave:
    • Santiago Ramón y Cajal;
    • guerra de Cuba;
    • desastre colonial;
    • movimiento regeneracionista;
    • patriotismo.
Keywords:
    • Santiago Ramón y Cajal;
    • war of Cuba;
    • colonial disaster;
    • regenerationist movement;
    • patriotism.

Introducción

Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) (Figura 1) posiblemente sea, por el volumen, significado y trascendencia de su obra, el más relevante neurocientífico de toda la historia. En un análisis de citaciones de autores clásicos realizado en 1984 por el historiador de la ciencia José María López Piñero (1933-2010), se constató que la obra de Cajal mantenía una extraordinaria vigencia, pues según el repertorio del Science Citation Index (SCI), Cajal era más citado que el resto de autores científicos clásicos, como Albert Einstein (1879-1955), Charles R. Darwin (1809-1882), Claude Bernard (1813-1878), Rudolf Virchow (1821-1902) o Charles S. Sherrington (1857-1952). Además, este estudio puso de manifiesto que las citas actuales que reciben los trabajos de Cajal no se deben en exclusiva a aspectos doctrinales de carácter general, sino que también se discuten aspectos concretos y puntuales de sus publicaciones, a diferencia de lo que ocurre con las citaciones de otros grandes autores clásicos, que solo son mencionados como fuente teórica original.1

Fotografía de Santiago Ramón y Cajal, en plena madurez vital y científica, publicada en 1907 en Les Prix Nobel (de autor desconocido).

Cajal nació el 1 de mayo de 1852 en el pueblo navarro de Petilla de Aragón, estudió la carrera de Medicina en la Universidad Literaria de Zaragoza y, tras licenciarse en 1873, ingresó en el Cuerpo de Sanidad Militar.2 Su primer destino, como teniente médico, fue el frente carlista en los Llanos de Urgel, y al año siguiente, tras ser ascendido a capitán médico (Figura 2), fue destinado a Cuba, donde se libraba la primera de sus guerras de independencia, conocida como la Guerra de los Diez Años (1868-1878).3 En la isla caribeña, Cajal cumplió servicio en plena e insalubre manigua, atendiendo a los soldados heridos en el conflicto bélico, contrajo las fiebres palúdicas, y finalmente fue declarado “inutilizado en campaña” por una caquexia palúdica grave, pudiendo regresar a España en junio de 1875.

Fotografía de Santiago Ramón y Cajal, con uniforme de paño de capitán de Sanidad Militar, realizada en 1874, poco antes de embarcar para Cuba, y publicada en su obra autobiográfica Recuerdos de mi vida (1901).

Tras su recuperación en el seno familiar, Cajal obtuvo la plaza de Director de Museos Anatómicos de la Facultad de Medicina de Zaragoza de 1879 a 1883 inició su carrera académica, al ganar la cátedra de Anatomía Descriptiva de la Facultad de Medicina de Valencia.4 Después obtendría la cátedra de Histología Normal y Anatomía Patológica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, en 1887, donde tuvieron lugar los primeros descubrimientos que permitieron postular las bases de la teoría neuronal, y, finalmente, siendo ya un reputado científico a nivel internacional, se trasladó a Madrid, en 1892, para ocupar la cátedra de Histología e Histoquímica Normal y Anatomía Patológica de la Universidad Central. En 1906 le fue concedido el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por el Comité del Real Instituto Karolinska de Estocolmo, “en atención a sus meritorios trabajos sobre la estructura del sistema nervioso”. Su actividad científica se desarrolló en el laboratorio de investigaciones biológicas, que Cajal dirigió desde 1902, hasta la creación, en 1920, mediante decreto, de 27 de febrero, del Instituto Cajal, que llegaría a ser uno de los centros de investigación neurobiológica más importante de la Europa de la época. El 17 de octubre de 1934 moría Cajal en Madrid por complicaciones de un trastorno intestinal. La Tabla 1 recoge la cronología académica básica de la vida del científico.

Cronología académica básica de Cajal
1852 1 de mayo Nacimiento de Cajal (Petilla de Aragón, Navarra).
1873 25 de junio Licenciado por la Facultad de Medicina de la Universidad Literaria de Zaragoza.
1874 17 de junio Capitán médico en la Guerra de los Diez Años de Cuba.
1875 10 de noviembre Ayudante interino de Anatomía de la Escuela de Medicina de Zaragoza.
1877 Durante sus estudios de doctorado en Madrid, toma contacto con la observación microscópica, de la mano de Maestre de San Juan. Inicia sus estudios histológicos.
28 de abril Profesor Auxiliar interino de la Facultad de Medicina oficial de Zaragoza.
3 de julio Doctor en Medicina y Cirugía.
1879 18 de marzo Director de Museos anatómicos de la Facultad de Medicina de Zaragoza.
1880 Primer trabajo científico publicado por Cajal.
1883 5 de diciembre Catedrático de Anatomía general y descriptiva de la Universidad de Valencia.
1886 Publica su primer trabajo científico en una revista extranjera (Internationalen Monatsschrift für Anatomie und Physiologie).
1887 Conoce el método de Golgi, gracias a Luis Simarro.
2 de diciembre Catedrático de Histología normal y Anatomía patológica de la Universidad de Barcelona.
1888 Primeros trabajos neurohistológicos. Año clave en la génesis de la teoría neuronal.
1891 24 de junio Expone por primera vez (Congreso Médico de Valencia) la “ley de la polarización dinámica de las neuronas”.
1892 10 de febrero Catedrático numerario de Histología e Histoquimia normales y Anatomía patológica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid.
1894 8 de marzo Croonian Lecture: apertura del Curso de la Royal Society de Londres, con una conferencia titulada La fine structure des centres nerveux.
1897 Elegido miembro de la Real Academia de Medicina Comienza la publicación, por fascículos, de su obra cumbre: Textura del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados.
1898 12 de agosto Desastre colonial español. Cajal abandona temporalmente sus trabajos de investigación y se enrola en el movimiento regeneracionista.
1900 Director del Instituto Nacional de Higiene de Alfonso XIII.
agosto El Congrès Medical International de París le concede el Premio Moscú.
1901 Se crea el Instituto de Investigaciones Biológicas, bajo la dirección de Cajal.
1903 Idea el método del nitrato de plata reducido, que permite estudiar la disposición interna de las células nerviosas.
1904 Concluye su obra magna: Textura del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados.
1905 Medalla de Oro Helmhotz, concedida por la Real Academia de Ciencias de Berlín.
Aparece la 1ª edición de Historia de mi labor científica, segunda parte de su obra autobiográfica.
1906 25 de octubre Premio Nobel de Fisiología y Medicina.
1907 Acepta la presidencia de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas.
1914 El inicio de la I Guerra Mundial marca irreversiblemente la trayectoria científica de Cajal, con la desaparición de la comunidad científica europea.
1922 5 de mayo Jubilación, a la edad de 70 años.
7 de mayo Medalla Echegaray al mérito científico, otorgada por la Real Academia Española de Ciencias. La Academia publica una extensa bibliografía de los trabajos de Cajal, con un resumen de todos ellos.
1923 Publica la ampliación Historia de mi labor científica, segunda parte de su autobiografía.
1932 Se inaugura el Instituto Cajal.
1933 Se publica, en la revista Archivos de Neurobiología el artículo ¿Neuronismo o reticularismo?, considerado como el testamento científico de Cajal.
1934 17 de octubre Fallece Cajal en Madrid.

Modificada de López-Muñoz et al. Aproximación a la producción científica de Cajal desde una perspectiva bibliométrica. Archivos de Neurobiología. 1998;61:41-66.

Desde la perspectiva científica, la obra de Cajal ha sido objeto de un abrumador número de estudios,1),(5),(6),(7),(8),(9),(10,(11),(12),(13),(14 incluidos los de nuestro grupo de trabajo.15),(16),(17),(18),(19),(20),(21),(22 Baste recordar nuestro análisis de 1998, mediante herramientas bibliométricas, de la producción científica de Cajal, su distribución, sus elementos y estrategias de difusión, la naturaleza temática de la misma, y su correlación historiográfica con los avatares de la trayectoria académica y científica del histólogo.23

Aún a riesgo de ser simplistas, podemos reseñar sus dos grandes contribuciones a la historia de la ciencia; por un lado, Cajal aportó una teoría que cambió la forma de entender el sistema nervioso, la teoría neuronal, y por otro, creó una escuela que amplificó, a nivel internacional, todas sus aportaciones. La teoría neuronal debe ser considerada, desde la perspectiva histórica, como el eslabón final y definitivo del desarrollo de la teoría celular, doctrina que fue consolidándose durante la segunda mitad del siglo xix. Esta doctrina neuronal de Cajal se ha constituido como la “piedra angular” sobre la que se han construido, a lo largo del siglo xx, todas las disciplinas neurocientíficas,15),(16),(22 quedando definitivamente plasmada en la publicación de su testamento científico, el trabajo aparecido en 1933, en la revista Archivos de Neurobiología titulado “¿Neuronismo o reticularismo?” Las pruebas objetivas de la unidad anatómica de las células nerviosas.24 Además, ésta constituye una de las doctrinas científicas más perdurable en su integridad de la historia de la biología, junto a la teoría de la evolución de Darwin, pues más de cien años después del discurso de recepción del Premio Nobel ante los representantes de la Academia Sueca, la mayor parte de los postulados expuestos por Cajal continúan manteniendo una vigencia científica particularmente asombrosa, que ha hecho de este autor el científico clásico más citado de la historia.

Por otra parte, el prestigio científico alcanzado por Cajal, sobre todo después de la concesión del Premio Nobel, constituyó un auténtico imán que atrajo a una pléyade de alumnos (nacionales e internacionales) que deseaban formarse como investigadores junto al maestro, gestándose, desde el inicio de la década de 1910, la denominada Escuela Neurohistológica de Cajal, aunque, lamentablemente, el desastre de la Guerra Civil española (1936-1939) impidió la definitiva consolidación de la misma.19),(25),(26

La carrera neurohistológica de Cajal, así como sus aportaciones en esta materia, deslumbran por su intensidad, su cuantía y su relevancia. Cajal publicó más de 350 trabajos científicos, 23 libros, incluyendo 2 capítulos de sendas obras neurológicas alemanas, y 20 prólogos a obras de otros autores.23 Entre ellos destaca su obra cumbre, la Textura del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados, obra que, tras una obstinada labor de 15 años, vio la luz, en tres volúmenes, en 1904. Entre 1909 y 1911 se publicó su edición en francés, dirigida por el profesor Leon Azoulay (1862-1926), de enorme importancia para su difusión internacional, y dividida en dos volúmenes de casi 1000 páginas cada uno. Esta obra es una de las cumbres de la Neurociencia y la biomedicina contemporánea.1

Pero la figura de Cajal supera con creces el ámbito estrictamente científico y sus incursiones y aportaciones alcanzan otras áreas del conocimiento y de la cultura, como la literatura, la pedagogía, la filosofía, e, incluso, la política, algunas veces de forma brillante y magistral. Y una experiencia vital de juventud tendría mucho que ver en esa consolidación del pensamiento humanista cajaliano: Cuba. A pesar de la brevedad de su estancia en la isla, de apenas 14 meses, esta experiencia vital no le abandonaría jamás y marcaría, de forma sustancial, su pensamiento político y social y la forma de entender España durante el primer tercio del siglo xx. Este análisis constituye el objetivo del presente trabajo.

Desarrollo

La influencia de la experiencia cubana en el posicionamiento político de Cajal: el movimiento regeneracionista

El conflicto bélico en Cuba, incluyendo las dos Guerras de Independencia y la guerra con Estados Unidos, así como las consecuencias y efectos en la península del desastre colonial, tanto en el ámbito cultural como sociopolítico, han sido abordados en numerosas obras y trabajos de investigación, que conviene revisar para comprender mejor el contexto de lo tratado en el presente trabajo. A título de ejemplo, puede consultarse toda una pléyade de obras publicadas con motivo del centenario de la pérdida colonial.27),(28),(29),(30),(31),(32),(33),(34),(35),(36),(37

Precisamente, la derrota militar frente a Estados Unidos puso de manifiesto una auténtica quiebra del sistema político decimonónico en España: la situación de partidos políticos de turno, el dominio social del caciquismo, la herencia orgullosa de creer ser aún un gran imperio colonial y el estado de guerra casi permanente durante todo el siglo xix. De esta forma, el sentimiento popular engendrado por esta situación culmina en una verdadera crisis ideológica y de valores que, en el ámbito cultural, terminaría dando lugar a la renombrada Generación del 98 y, en el ámbito sociopolítico, al Movimiento Regeneracionista, en el que se integrarían, alineados en una postura crítica común, un amplio conjunto de ideólogos, políticos, científicos y otros profesionales.

Los regeneracionistas, cuyo líder indiscutible fue el jurista y economista Joaquín Costa Martínez (1846-1911) (Figura 3), pretendían exhortar a la opinión pública sobre “los males de la patria” e imponer remedios pragmáticos en pro de su reestructuración. Además de Costa, cabe mencionar al ingeniero de minas Lucas Mallada y Pueyo (1841-1921), el escritor y geógrafo Ricardo Macías Picavea (1847-1899), el abogado y periodista Santiago Alba Bonifaz (1872-1949), el historiador y pedagogo Rafael Altamira y Crevea (1866-1951) y, cómo no, al insigne histólogo Santiago Ramón y Cajal. Además de compartir los mismos postulados sociopolíticos y de ser casi paisanos, Costa y Cajal mantenían una fraternal amistad. Cajal calificaba al sociólogo de Graus como “el clarividente profeta señero del patriotismo cultural español” y “el apóstol de la europeización española”, mientras que éste llamaba al científico “el primer filósofo de su tiempo”.12

Retrato de Joaquín Costa, realizado por Manuel Compañy Abad (1858-1909) y publicado en 1908 en la revista Actualidades (Año 1, núm. 15, de 28 de mayo de 1908. p. 3).

Cajal recibió la noticia del desastre colonial mientras veraneaba en 1898 en el madrileño pueblo de Miraflores de la Sierra, junto a la familia de su gran amigo, el anatomista Federico Olóriz Aguilera (1855-1912) (Figura 4). En su obra autobiográfica: Recuerdos de mi vida, publicada originalmente en 1901, Cajal rememora: “… cayó como una bomba la nueva horrenda y angustiosa de la destrucción de la escuadra de Cervera y de la inminente rendición de Santiago de Cuba”.38 Este hecho sumió a Cajal en “un profundo desaliento”, que le hizo abandonar la redacción de un trabajo sobre las vías ópticas y los entrecruzamientos nerviosos. “¿Cómo filosofar cuando la patria está en trance de morir?” se preguntaba el maestro.38 De hecho, la guerra con Estados Unidos y la resolución del conflicto marcó profundamente el ánimo de Cajal, influyendo de forma notoria en su actividad científica, que durante esos años “fue bastante parca y pobre en hechos nuevos”.38

Santiago Ramón y Cajal jugando al ajedrez con Federico Olóriz durante el verano de 1898, en el pueblo madrileño de Miraflores de la Sierra, justo cuando el histólogo tiene noticias de la pérdida de las colonias de ultramar. Fotografía realizada por uno de los hijos de Cajal.

La desazón ocasionada por la pérdida de Cuba, donde estuvo próximo a perder la vida, llevó a Cajal, tras un periodo de reflexión personal, al mundo de la política, integrándose en la “vibrante y fogosa literatura de la Regeneración”.38 Clara manifestación de este periodo fueron las apasionadas “charlas” de su tertulia del Café Suizo, donde políticos, periodistas, escritores, médicos y distintos profesionales liberales no daban tregua en sus críticas al gobierno.12

Aunque existían tímidos precedentes, como los artículos del ingeniero Lucas Mallada publicados en diferentes medios, como El Progreso o la Revista Contemporánea, y que compondría su posterior libro Los males de la patria (1890), el artículo titulado “España sin pulso” publicado por Francisco Silvela y de Le Vielleuze (1845-1905) en el diario El Tiempo, el 16 de agosto de 1898, o el Manifiesto del 1 de septiembre de 1898 del general Camilo García de Polavieja y del Castillo-Negrete (1838-1914), el verdadero Movimiento Regeneracionista se inició el 18 de octubre de 1898, cuando el periódico madrileño El Liberal comenzó a publicar una serie de artículos y entrevistas a distintas personalidades del Estado bajo el título general de “Habla el País”.

Sería Joaquín Costa el primero en asumir el reto. Ocho días después, tras los grandes prohombres de la política, le tocó el turno a Cajal, quien volvió a insistir en los errores castrenses y gubernamentales de la última guerra colonial, y haciendo referencia a la desigual proporción de la maquinaria bélica de ambos bandos, comentaría: “Llegado el duro trance de la guerra, nuestros quijotes políticos parecen tomar como valor actual la energía bélica del pasado, sin considerar que el mundo ha cambiado en torno nuestro, que los débiles de ayer se han hecho todopoderosos y que los héroes de la raza no abandonarán sus sepulcros para combatir por nosotros”.39 Además, propuso una profunda regeneración educativa, cultural y científica, concluyendo: “Hemos caído ante los Estados Unidos por ignorantes y por débiles. Éramos tan ignorantes, que hasta negábamos su ciencia y su fuerza. Es preciso, pues, regenerarse por el trabajo y por el estudio… Hoy solo son toleradas las naciones débiles a condición de que en ellas se rinda culto a la ciencia. Hagamos como Bélgica, Holanda y Suiza. Abandonemos todo sueño de conquista, todo pensamiento de grandeza militar. Reconozcamos que ya no servimos para eso. Trabajemos… Porque si no, se nos sacrificará. Y no se nos sacrificará en nombre de ningún principio moral, sino en el de una regla egoísta, tácitamente aceptada por todos los pueblos superiores y aplicada sobre todas las naciones primitivas de Asia y Africa: la de considerar como ilegítimo el derecho a la vida de toda raza que no haya colaborado al progreso científico y que no haya sabido, en virtud de esta colaboración, fuente, como hemos dicho, de riqueza y bienestar, hacerse estimar y respetar de las demás naciones”.39

El 13 de noviembre de ese mismo año, la Cámara Agrícola del Alto Aragón celebró en Barbastro una Asamblea Nacional de Productores con objeto de organizar una Liga Nacional que hiciera frente al Desastre Colonial. Reunidos con tal motivo en el Ateneo de Madrid numerosos intelectuales y clases económicas del país, nació el famoso Manifiesto redactado por Costa y firmado, además, por prestigiosas figuras de la cultura nacional, como Altamira, el filósofo Miguel de Unamuno y Jugo (1864-1936), el escritor y periodista Vital Aza Álvarez-Buylla (1851-1912), el músico Tomás Bretón y Hernández (1850-1923), o los doctores Federico Rubio y Galí (1827-1902) y Ramón y Cajal.40

Poco después, en 1899, con motivo de la impresión de la segunda edición de su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (que tuvo lugar el 5 de diciembre de 1897; antes del desenlace del conflicto cubano), sufragado por su amigo, el urólogo y sociólogo cubano Enrique Lluria y Despau (1863-1925), aprovechó para incorporar un post scriptum, donde volvió a manifestar todo su pensamiento regeneracionista, fundamentalmente combatiendo al pesimismo generalizado que imbuía a todos sus correligionarios, que acabaron enrocados en el círculo vicioso de la crítica política. Cajal, en este texto (Imprenta Fortanet de Madrid), se propone, por primera vez, buscar soluciones a la situación de colapso generada en la vida española, básicamente en y desde el ámbito de la ciencia: “a la ruina nos han llevado, más que las ideas que nos faltan, los sentimientos e ilusiones que nos sobran… no es hora ya de filosofar sobre las causas de nuestra caída, sino de levantarnos lo más rápidamente posible… Huyamos del pesimismo como de virus mortal… la futura renovación será el galardón de nuestro trabajo, de nuestra ciencia, de nuestro conocimiento de la realidad y de nuestro amor a la patria… Solo de corazones ingratos y de espíritus innobles es abandonar la patria en días de luto y amargura… Y la patria es tanto el terruño como la historia, tanto lo presente como lo venidero”.41

El año 1900 fue para Cajal un año de premios y agasajos. Se le concedió el Premio Internacional de Moscú, la Gran Cruz de Isabel la Católica y la de Alfonso XII y fue nombrado Consejero de Instrucción Pública. En este marco de reconocimiento general fue homenajeado en la Facultad de Medicina de Madrid. En el discurso pronunciado por Cajal con tal motivo no perdió ocasión para proclamar su praxis regeneracionista: “Hoy más que nunca urge este supremo llamamiento al heroísmo del pensar hondo y del esfuerzo viril. Me dirijo a vosotros, los jóvenes, los hombres del mañana. En estos últimos luctuosos tiempos la patria se ha achicado; pero vosotros debéis decir: ‘A patria chica, alma grande’. El territorio de España ha menguado; juremos todos dilatar su geografía moral e intelectual. Combatamos al extranjero con ideas, con hechos nuevos, con invenciones originales y útiles. Y cuando los hombres de las naciones más civilizadas no puedan discurrir ni hablar en materias filosóficas, científicas, literarias o industriales, sin tropezar a cada paso con expresiones o conceptos españoles, la defensa de la patria llegará a ser cosa superflua; su honor, su poderío y su prestigio estarán firmemente garantizados, porque nadie atropella a lo que ama, ni insulta o menosprecia lo que admira o respeta”.41

Y tampoco evitó resaltar los más significativos errores castrenses y gubernamentales cometidos durante el conflicto cubano, que, en su opinión, fueron tres: por un lado, el gran coste humano de la campaña, donde un ejército mucho más reducido y veterano (propone 50 000 frente a los 200 000 jóvenes bisoños que fueron enviados a Cuba) podría haber obtenido mejores resultados dentro del sistema imperante de guerra de guerrillas. Por otro lado, la sustitución de Arsenio Martínez Campos Antón (1831-1900), de espíritu noble y generoso, dado a la negociación y propenso a la paz, por Valeriano Weyler y Nicolau (1838-1930), fue, en su opinión, un desacierto notable. El nuevo Capitán General de Cuba arrastraba fama de sanguinario y cruel, con lo que se incitaba a Estados Unidos a participar en el conflicto, bajo el pretexto de un deber humanitario y solidario con la sangre cubana derramada. Por fin, propuso un replanteamiento del conflicto con Norteamérica. Comentaba como esta guerra no fue aceptada por la mayoría del país: “Fuimos arrastrados por los indoctos y los delirantes”. Posteriormente, en su última obra publicada en vida, El mundo visto a los ochenta años: Impresiones de un arterioesclerótico (1934), una especie de autobiografía con continuas alusiones a ciertos cambios políticos y sociales que se iban imponiendo en la España de sus días, refiere como “en la guerra con los Estados Unidos no fracasó el soldado o el pueblo (que dio cuanto se le pidió), sino un gobierno imprevisor, desatento a los profundos e incoercibles anhelos de las colonias, e ignorante de las codicias solapadamente incubadas, como del incontrastable poderío militar de Yanquilandia”.42

El Movimiento Regeneracionista llegó a su culmen en 1901, cuando el infatigable Costa organizó de nuevo en el Ateneo de Madrid un Coloquio-Información bajo el título de “Oligarquía y Caciquismo, como forma actual de gobierno en España”. Fueron invitadas 171 personas representantes de todos los ámbitos de la vida nacional (política, periodismo, Universidad, etc.). Además de Cajal, defendieron sus ponencias, entre otros, Unamuno, Francisco Pi y Margall (1824-1901), Gumersindo de Azcárate y Menéndez (1840-1917) y Emilia Pardo Bazán (1851-1921). En su informe para el Coloquio, Cajal afirmó: “El desarrollo de la ciencia y de la industria, la política hidráulica, tan elocuentemente defendida por Vd.; la mejoría de los procedimientos de la agricultura y de la ganadería, fomentarán la prosperidad nacional, la cual suscitará el bienestar y la instrucción de los humildes, traerá una conciencia más clara de los deberes sociales y desarrollará el sentido político, hoy casi enteramente adormecido”.43

Cajal fue, a todas luces, un librepensador, tal vez atrapado por el positivismo, plenamente comprometido con el Movimiento Regeneracionista y copartícipe de casi todos sus postulados. En el mencionado Coloquio del Ateneo, junto a Costa, y en relación al motivo del mismo, realizó una severa crítica social del sistema político imperante y de su sustrato sociológico, el caciquismo: “La definitiva desaparición del cacique (en caso de ser realizable) será la obra del tiempo y de la cultura nacional”.43 Y tampoco escapó a su crítica, al igual que para el resto de regeneradores, la exaltación de un pasado histórico glorioso en hechos de armas y victorias militares. En un determinado momento, apuntó que “se debería volver a escribir la Historia de España para limpiarla de todas esas exageraciones con que se agiganta a los ojos del niño el valor y la virtud de la raza. Mala manera de preparar la juventud al engrandecimiento de su patria es pintarle ésta como una nación de héroes, de sabios y de artistas insuperables”.44

En 1922, en una carta dirigida al periodista y político socialista de la Generación del 14, Luis Araquistain Quevedo (1886-1959), publicada en La Voz, afirma: “… yo he sentido vehementemente la decadencia de mi país… Y puedo afirmar que, salvo algunos momentos de entusiasta admiración, no he leído, sino llorado, la Historia de España. Jamás he comprendido como durante los siglos xvi y xvii derramamos localmente nuestra sangre y nuestro oro, regalo inesperado de América, no en el fomento de la ciencia, de la industria y de la agricultura hispana, sino luchando en tierras lejanas, que irrevocablemente habrían de perderse, y en donde hoy perdura el desdén, o el rencor hacia nuestro país”.11

Sin embargo, es en el ámbito cultural y científico donde la figura de Cajal despuntó sobre el resto de ideólogos regeneracionistas. “Tan digno de loa es quien se bate con el fusil como el que esgrime la pluma del pensador, la retorta o el microscopio” apuntó el científico.45 Posteriormente, Gregorio Marañón y Posadillo (1887-1960) puntualizó, en este sentido: “¡Cuánto más hizo Cajal por la renovación cultural y la regeneración social de España que los otros hombres del 98!”.12 Ya en su mencionado artículo de El Liberal proponía el histólogo una serie de remedios a los males culturales patrios: el abandono de la prepotencia guerrera española, la renuncia a la apropiación de ideas y técnicas extranjeras como insuperables o definitivas, la renuncia a la tendencia grandilocuente de la raza hispana, traer sabios insignes a nuestro país, promover la concesión de becas y pensionar estudios fuera de nuestras fronteras, potenciar las bibliotecas y dotar suficientemente los laboratorios. Pero ante todo “crear ciencia original en todos los órdenes del pensamiento”.39

El paso del tiempo y la evolución ideológica personal del científico le hicieron autorecriminarse algunos postulados de su época regeneracionista. En sus Recuerdos de mi vida escribió, refiriéndose a sus declaraciones de antaño: “Me disgustan algunas recriminaciones exageradas o injustas, el tono patriarcal y autoritario, impropio de un humilde obrero de la ciencia”.38 Pero en realidad, y el propio Nobel fue consciente de ello, toda la praxis de la Regeneración solo era leída y debatida por personas que compartían los mismos puntos de vista y no precisaban, pues, ser convencidas. “¿Triste es reconocer que la verdad no llega a los ignorantes porque no leen ni sienten, y deja fríos, cuando no irritados, a los vividores y logreros!” afirmó el histólogo.38

El quijotismo patriótico de Cajal: ¡a patria chica, alma grande!

En el ánimo de Cajal siempre perduraría la pérdida de Cuba y la llaga de la guerra con Norteamérica, una “guerra funesta e imposible… todo por la terquedad de los gobernantes y militares de España y la codicia de nuestros industriales exportadores…”.12 Precisamente, la influencia de estos hechos condicionaría su vinculación inicial al Movimiento Regeneracionista y la configuración posterior, a lo largo del resto de su vida, de la idea de patriotismo que debería asimilar la nueva juventud española. No obstante, incluso en los momentos previos a su llegada a Cuba, en sus primeros años de mocedad, se puede observar ya este sentimiento patriótico, cuando su padre le insta a abandonar el Ejército tras su peligroso destino: “Tenaz siempre en mis propósitos, atajé sus razones diciéndole que consideraba vergonzoso desertar de mi deber solicitando la separación del servicio. Cuando termine la campaña será ocasión de seguir sus consejos; por ahora, mi dignidad me ordena compartir la suerte de mis compañeros de guerra y satisfacer la deuda de sangre con mi patria”.38

Curiosamente, el término “patriotismo” y sus análogos pueden constituir, en opinión de González Quirós,46 las palabras más usadas por el científico en toda su obra escrita, exceptuando sus textos histológicos. Y para configurar su concepto de sentimiento patriótico, se apoya en el personaje clave de la literatura universal; Don Quijote.47 Es bien sabido que Cajal sentía una profunda admiración por Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) y su obra cumbre, El Quijote (El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, 1605): “Sus páginas nos ofrecen la síntesis de la vida, es decir luces y sombras, cimas y abismos”, comentaría el histólogo en el periodo más álgido de su carrera.43 De hecho, Cajal analiza el texto cervantino como una forma de entender, no solo la historia de España, sino también los entresijos de la idiosincrasia y la sociedad española, incidiendo en valores como la tenacidad y la honestidad, que darían forma a ese patriotismo cajaliano en materia de ciencia y cultura. Posiblemente, este planteamiento vital (ciencia-humanismo-patriotismo) tenga su reflejo cubano en la figura de Carlos Juan Finlay y Barrés (1833-1915),48 quien curiosamente también lucho como médico militar en el mismo conflicto bélico, aunque en bandos opuestos. De esta forma, dos ingredientes integran el pensamiento patriótico de Cajal: Cuba y Cervantes.

Esta vinculación se pone definitivamente de manifiesto en un discurso que le fue encargado a Cajal por el Colegio Médico de San Carlos, con motivo de la conmemoración del III Centenario de El Quijote, y que se pronunció en Madrid el día 9 de mayo de 1905. Cajal tituló su discurso Psicología de Don Quijote y el quijotismo, y fue editado, en forma de folleto, por la imprenta madrileña de Nicolás Moya (1838-1912), aunque con una tirada tan exigua que apenas se difundió. Afortunadamente, sería recuperado y publicado 40 años después en su libro póstumo La psicología de los artistas,41 un conjunto de ensayos y recopilación de discursos sobre distintas materias.

Tras analizar, en la primera parte del discurso, a los personajes cervantinos desde la perspectiva de la incipiente “ciencia psicológica”, la segunda parte del mismo se dedicó al fenómeno del quijotismo como emblema del ideal español (y de sus defectos) aplicado a diferentes ámbitos sociales, especialmente a la ciencia.47 Habitualmente se ha empleado el calificativo de “quijotes” para designar a aquellos sujetos que emprenden nobles proyectos que no son coronados por el éxito. Sin embargo, para Cajal, el “quijotismo” debería constituir una forma patriótica de afrontar la vida y el trabajo, donde el afán de justicia fuera una aspiración ineludible y el sentido del sacrificio personal una máxima indispensable, pues a “España, fuera de las épocas más gloriosas, si le sobraron los Sanchos, le faltaron a menudo los Quijotes”.41 Y esta forma de afrontar la actividad laboral la podemos ver en la vida del propio Cajal, cuando afirma en su autobiografía que tuvo “periodos de intensa labor y gratísimas satisfacciones”, en los se entregó al trabajo científico “con verdadero furor”.38

Este quijotismo patriótico de Cajal sobrevuela todo su discurso.47 El Caballero de la Triste Figura, en opinión del histólogo, retrata de algún modo a los españoles. Esta visión cajaliana del quijotismo y su sinergia con el patriotismo es de un carácter habitualmente crítico, eminentemente moral y siempre políticamente neutral: “No soy, en realidad, un sabio, sino un patriota; tengo más de obrero infatigable que de arquitecto calculador… La historia de mis méritos es sencilla: es la voluntad indomable resuelta a triunfar a toda costa”.38 Y en otro momento, apuntaba: “Soldado del espíritu, el investigador defiende a su patria con el microscopio, la balanza, la retorta o el telescopio”.38

Con respecto al yermo barbecho de la ciencia y la filosofía española, consideraba el histólogo que la ausencia de idealismo y perseverancia quijotescos es una constante histórica en nuestro país: “¿Cómo habría de medrar el jardín de nuestra cultura, si nos hemos pasado tres mortales siglos desdeñando o arrancando la flor de las ideas?”.41 Todo el ensayo del futuro Premio Nobel denota un latente pesimismo en esta materia, que perduraría durante años. De hecho, en 1926, con motivo de la inauguración de su monumento en el Parque del Retiro de Madrid (Figura 5), Cajal pronunciaba su célebre frase: “por tener averiada la rueda de la ciencia, la pomposa carroza de la civilización hispana ha caminado dando tumbos por el camino de la historia”.41 Y aún más tarde, dos años antes de su fallecimiento, en un artículo publicado en la revista Blanco y Negro, en 1932, expone: “Nuestro patriotismo no debe ser platónico y de mero sentimiento, sino de acción y de previsión… y apelemos como medios de acción a la ciencia y al trabajo. No nos desangremos en guerras fratricidas, dando con ello fácil ocasión a nuestros enemigos para intervenirnos y robarnos antes de que lleguen los ansiados días de la madurez y de la fuerza”.11

Monumento a Ramón y Cajal en El Parque del Retiro de Madrid, según una tarjeta postal de finales de la década de 1920.

Sin embargo, finalmente troca Cajal en su discurso el desaliento por alborozo y confianza en las futuras generaciones, concluyendo con una exaltación de la creación cervantina, y afirmando que “el quijotismo de buena ley, es decir, depurado de las roñas de la ignorancia y de las sinrazones de la locura, tiene pues, en España, ancho campo en que ejercitarse...; he aquí las estupendas y gloriosas aventuras reservadas a nuestros Quijotes del porvenir”.41 Y en su aportación a la obra España bajo el reinado de Alfonso XIII: 1902-1927, en el que participaron diferentes personalidades y fue publicada por Tipografía catalana J. Puges, en 1927, concluye: “Tengo la convicción de que, si persistimos con inquebrantable perseverancia en el empeño de elevarnos culturalmente, España desempeñará un papel airoso en el concierto de los pueblos civilizados y logrará escribir páginas luminosas en el libro de oro del progreso universal”.11

En esta defensa de su quijotismo patriótico pueden verse también unos planteamientos abiertamente regeneracionistas, pues en el momento en que tiene lugar la lectura de su discurso49 solo habían pasado unos años del Desastre Colonial. Cajal incluso justifica, en parte, el desastre político de la pérdida de las colonias cuando afirmaba que tras los primeros quijotes que descubrieron América, “de Sanchos se fueron progresivamente poblando las colonias, y lo que fue peor, regidas por Panzas fueron”.41

En sus Recuerdos de mi vida, Cajal reflexiona sobre los desaciertos de la política ultramarina. Apuntaba como los grandes prohombres de la política española no estuvieron nunca informados de los motivos íntimos de la guerra, y la famosa frase de Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897), “hasta el último hombre y la última peseta”, es prueba tangible de ello. “Bastaba con imitar a Inglaterra”, comentaba el científico, que al dotar de una justa autonomía a sus colonias cortó de raíz el movimiento emancipador. Si el gobierno español hubiera cumplido los compromisos contraídos al firmar la Paz de Zanjón, probablemente se hubiera evitado la segunda gran guerra cubana y el choque armado con los Estados Unidos. Muy acertadamente se lamentaba Cajal al afirmar que la “independencia [de Cuba], deseada por América entera, era inevitable… caímos porque no supimos ser generosos ni justos”.38 Y en relación con la guerra frente a Estados Unidos, reflexiona: “¡Tan peligroso y arduo resultaba patentizar a los ojos del pueblo… que una nación de 90 millones de habitantes, con riquezas inmensas, recursos industriales y aprestos bélicos inagotables, había de aplastar irremediablemente a un país pobrísimo, de 17 millones de almas, y anemiado, además, por cuatro asoladoras guerras civiles!”.38

La crítica constante, durante toda su vida, a la corrupción administrativa le lleva a dar, en 1923, una auténtica lección de patriotismo cuando dice, en sus Recuerdos de mi vida: “¡Cuán desconsolador para un corazón de patriota es, después de cuarenta y nueve años, reconocer que todavía buena parte de nuestros militares, empleados y hasta próceres políticos siguen entregados al saqueo del Estado!... ¡Singular paradoja, creer que no se roba a nadie cuando se roba a todos!... Perdido el sentimiento religioso, que antaño contuvo algo inveteradas codicias, no hemos sabido sustituirlo con el patriotismo, la religión fuerte y moralizadora de las naciones poderosas”.38 Haciendo referencia al desenlace del conflicto con Estados Unidos, y bajo cierta ironía latente, escribe Cajal: “Los débiles sucumben, no por ser débiles, sino por ignorar que lo son. Lo mismo les sucede a las naciones”.44

Y profundizando en este tema, merece la pena transcribir una aseveración del post scriptum de la segunda edición de su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias, al año siguiente a la pérdida colonial: “Políticos que nos habéis traído a esta triste desventura: dad tregua, por Dios, ante las angustias de la patria, a vuestro egoísmo estrecho de partido o de pandilla; preocupaos seriamente de la pureza y de la moralidad en la administración pública, del culto al honor y al heroísmo en el ejército, de la protección seria y eficaz a la instrucción popular y universitaria; de mantener, en fin, en todos los organismos del Estado el sentimiento del deber y la más estrecha responsabilidad”.41 Un pensamiento del maestro publicado en su librito Charlas de Café, Pensamientos, anécdotas y confidencias (1922), una compilación de máximas, aforismos, divagaciones y meditaciones, incide más en este asunto, cuando afirmaba: “Los males inveterados de España… obedecen, a mi ver, a tres condiciones principales: 1º, a que cada institución o clase social se estima como un fin y no como un medio, creciendo viciosa o hipertróficamente a expensas [sic] del Estado; 2º, a que, salvo contadas excepciones, nadie ocupa su puesto: los altos cargos políticos, militares y administrativos se adjudican a gentes sin adecuada preparación, con tal de pertenecer al partido imperante, por donde adviene su rápido desprestigio; 3º, a que cualesquiera que sean los fracasos e inmoralidades de los poderosos, jamás se les inflige ninguna sanción, ni aún la del ostracismo. Solo en la desventurada España, según se ha repetido hasta la saciedad, se da la monstruosa paradoja de galardonar con ascensos las derrotas, imprevisiones e insensateces de los próceres de la política o de la milicia”.44 En este mismo libro comentaba irónicamente: “Ciertos estadistas son como los ‘chauffeurs’: cuantos más desperfectos causan en el vehículo del Estado, más tanto por ciento cobran”.44

No obstante, y a pesar de los elogios dedicados al auge de la ciencia americana, nunca perdonaría el carácter imperialista de esta nación. Cuando en 1906 le es otorgado el Premio Nobel de Medicina, es designado Premio Nobel de la Paz Theodore Roosevelt (1858-1919). Al tener noticia de este hecho, comentaría el histólogo: “¿No es el colmo de la ironía y del buen humor convertir en campeón del pacifismo al temperamento más impetuosamente guerrero y más irreductiblemente imperialista que ha producido la raza yanqui?”.38

Pero, ¿qué puede hacer salir de su aletargamiento a un pueblo como el español, cuyo pecado capital por antonomasia es la pereza? En este punto, Cajal vuelve a recurrir a Don Quijote y sus dos grandes virtudes: “la energía de la voluntad indomable y el ansia de nombradía”.41 Por este motivo cabe decir, con Ayala, como hemos comentado, que “Cajal no piensa en un patriotismo o racismo biológico, sino intelectual y moral”,50 y con González Quirós que “el patriotismo [para Cajal] debería ser el motor moral del sacrifico y del esfuerzo necesarios para terminar con el atraso científico de España”.51 En el homenaje a José Echegaray y Eizaguirre (1832-1916), con motivo de la concesión del Premio Nobel de Literatura en 1904, Cajal publicó un artículo en la Revista Iberoamericana de Ciencias Médicas, en el que vuelve a insistir en este tema: “Una palabra aún a la Juventud, para concluir. No os abata ni enerve el recuerdo de pasadas amarguras. La Historia nos enseña que solo fenecen las naciones en cuyas almas se apagó enteramente, con el sol de la esperanza, la llama de la voluntad”.11

Los planteamientos regeneracionistas se hacen muy patentes en la parte final del famoso ensayo sobre el quijotismo, al afirmar Cajal que “labor de alta pedagogía y de verdadera regeneración es corregir en lo posible los vicios y defectos mentales de la raza española, entre los cuales, acaso el más fértil en funestas consecuencias sociales es la escasez de... sanos y levantados quijotismos en pro de la cultura”.41 En este marco, el idioma en que se difunde la ciencia y la escasa preponderancia del castellano entre los sabios de la investigación biológica fue una preocupación constante para el Premio Nobel. Así, tras su jubilación (Figura 6), reflexionaba Cajal: “No es, pues, de extrañar que, al consultar las obras más recientes de neurología, reconozcamos con pena, que las dos terceras partes de las aportaciones modernas de los españoles sean absolutamente desconocidas. No estampo estas amargas consideraciones en son de crítica… ¿Con qué derecho, España, país de menguada producción intelectual, pretendería imponer al japonés, al sueco, al polaco, al ruso, al eslovaco, al húngaro, al holandés, al rumano, etc., (que ya gastan lo mejor de su juventud en dominar los tres o cuatro idiomas sabios, y escriben en ellos), el estudio del castellano?”.38

Santiago Ramón y Cajal en la ceremonia con motivo de su jubilación en 1922, presidida por el rey Alfonso XIII (1886-1941) (Archivo de El Periódico de Aragón).

Para un temperamento tan comprometido con el engrandecimiento de la patria y el resurgir de unos valores morales y culturales que borrasen la imagen de decadencia que tenía la España que le tocó vivir, la humillante derrota con los Estados Unidos, y, aún más, la pérdida material de unas tierras por las que el propio Cajal luchó y a punto estuvo de morir, dejaron una huella que no desaparecería hasta el final de sus días. “A patria chica, alma grande”45 sería su lema, y sus armas, la voluntad, la perseverancia, la tenacidad y el trabajo diario.

Epílogo

Como se ha destacado en el presente trabajo, la impronta de Cuba, no solamente en los aspectos y experiencias vitales, sino en el pensamiento filosófico, social e incluso político de Cajal, fue enorme y le acompañó toda la vida. Pero cabe preguntarse si Cajal también dejó alguna huella en la historia de Cuba… La respuesta parece evidente, al menos desde la perspectiva científica, pues la influencia de la obra de Cajal es de carácter universal.

El hecho de que Cajal hubiese combatido en tierra cubana contra los defensores de la independencia de la isla en la primera de sus guerras de liberación, no fue óbice para que el 13 de marzo de 1908, solo diez años tras lograr dicha independencia de la Corona española, la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana (Figura 7), predecesora de la actual Academia de Ciencias de Cuba, lo nombrara Académico de Mérito. Esta fue la primera academia de la isla y del continente americano. Tras muchos años de gestiones con la metrópoli, que comenzaron en 1826, recibió la autorización para su creación mediante Real Decreto firmado por la reina Isabel II, el 6 de noviembre de 1860. Finalmente, fue fundada, en la Iglesia de Santo Domingo, entonces Capilla de la Real y Literaria Universidad de La Habana, el 19 de mayo de 1861, trece años antes de la llegada del científico a la isla como médico militar, con el nombre de Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, aunque después de la proclamación de la República, en 1902, se eliminó el calificativo “Real”.52 La propuesta de Cajal fue realizada por los académicos Jorge E. Le Roy y Cassá (1867-1934) y Enrique B. Barnet y Roque de Escobar (1855-1916), quien sería Ministro de Salud Pública el año siguiente, y fue aprobada por unanimidad de todos los integrantes de la institución.53 Del mismo modo, tras el fallecimiento del Premio Nobel en 1934, el 10 de diciembre de ese año, el secretario de la Academia, el doctor Raimundo de Castro Bachiller (1878-1954), remitió una carta de condolencia a la Academia Nacional de Medicina de España, con extensión a los familiares del científico.

Fachada de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, sobre 1913, publicada en una de las obras de la serie de libros de viajes de Reginalds Lloyds (Twentieth Century Impressions of Cuba. Its history, people, commerce, industries, and resources. Londres: Lloyds Greater Britain Publishing Company, 1913).

Incluso en España contó con la estrecha amistad de algunos cubanos, como el doctor Lluria, comentado previamente, con quien compartió algunos planteamientos sociopolíticos.54 Nacido en Matanzas y formado en La Habana, Barcelona y París, Lluria ejerció muchos años en Madrid y fue un destacado militante socialista interesado en el estudio de la evolución humana y social desde la perspectiva mecanicista, así como en la salud ambiental y laboral, estudios en los que aplicaba las teorías neurológicas de Cajal. E incluso el Premio Nobel le prologó en 1905 su libro Evolución superorgánica. La naturaleza y el problema social o la humanidad del porvenir. En 1919 retornó a Cuba y fundó, con otros intelectuales, la filial cubana de la Agrupación Internacional de Intelectuales Progresistas y continuó explicando los problemas sociales a partir de las leyes de la biología humana. Murió en Cienfuegos, en 1925. El también urólogo cubano y nominado al Premio Nobel en 1912, Joaquín María Albarrán y Domínguez (1860-1912), coincidió con Cajal en 1878 en las clases de Doctorado de Histología que impartía Maestre de San Juan en la Universidad de Madrid, a quien fue presentado de la siguiente manera: “aquí tiene usted a un colega cubano, al que también la investigación histológica le hace cosquillas en su espíritu”.55

Es pues, evidente, que los sucesos de Cuba marcaron permanentemente la personalidad de Cajal. Un agudo, irónico e ingenioso comentario de madurez, recogido en un documento autógrafo conservado en la Biblioteca Durán-Ramón y Cajal con el título Diálogo en el cielo y en el año 3000, da fe de ello:

  • San Pedro. - ¿Cómo un español por aquí?

  • No, soy hispano-americano. Pero ¿por qué os choca?

  • Porque hace 500 años no entra uno ni para un remedio. Antes, en los siglos xvi y xvii, daba gusto, casi todos venían por su propio pie.

  • ¿Y qué ha ocurrido?

  • Muy sencillo. A fuerza de preocuparse del cielo, se han dejado arrebatar la tierra…”.11

Federico Olóriz, uno de los más íntimos amigos de Cajal, comentaba que en Cuba se curó el futuro histólogo de las glorias militares, pero también sirvió su experiencia cubana para gestar el acicate del más sano y clarividente patriotismo español del siglo xx, que, como la guajira y otros “cantes de ida y vuelta”, se fueron de España a Cuba, y regresaron enriquecidos de matices a la Madre Patria.

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Historial:
  • » Recibido: 03/03/2021
  • » Aceptado: 23/03/2021
  • » Publicado : 01/08/2021


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