CIENCIAS SOCIALES Y HUMANÍSTICAS
Artículo de revisión
Una reflexión filosófica de la ciencia en tiempos del coronavirus
A philosophical reflection of science in coronavirus times
1 Doctor en Ciencias. Profesor e Investigador del Centro de Estudios de Ciencias de la Educación Enrique José Varona, Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz. Camagüey, Cuba
Autor
para la correspondencia:
Dr.
Cs. Evelio Felipe Machado Ramírez. Centro de Estudios de Ciencias de la
Educación Enrique José Varona de la Universidad de Camagüey Ignacio
Agramonte Loynaz. Camagüey, Cuba
Correo electrónico: evelio.machado@nauta.cu
RESUMEN
El artículo hace énfasis en la importancia de un pensamiento filosófico para lograr enfrentar la crisis actual de la COVID-19 en la que se encuentra Cuba. Ese concepto determina, en esencia, el cauce por el que recorre la búsqueda de una solución factible en lo que compete a las ciencias naturales, exactas o sociales, pues es una realidad que toda investigación que se haga en su nombre será concebida desde un pensamiento de ese tipo, ya que el científico, conscientemente o no, no se sitúa fuera de lo que él mismo, en sus relaciones e interacciones, ha creado y es portador como parte de su pensamiento y desde la consecuente acción.
Palabras clave: COVID-19; filosofía; ciencia; ideología; política
ABSTRACT
This article emphasizes in the importance of a philosophical thought to be able to face the current crisis of the COVID-19 in Cuba. This concept determine, in essence, the basis of the search for a feasible solution concerning the roll of natural, exact or social sciences; because it is a reality that every research coming under those sciences should not be conceived outside this concept and the context in which it is materialized, because the scientist consciously, or not, will never be located outside of his relationships and interactions, and as such, of what he has created and is part of his thought and consequent action.
Keywords: COVID-19; philosophy; science; ideology; politics
INTRODUCCIÓN
Este artículo tiene quizás su punto de inspiración en la novela El amor en los tiempos del cólera, que Gabriel García Márquez escribió hace ya varios años. Él continúa siendo un escritor orgullo de Latinoamérica y del mundo, y por qué no, de nosotros los cubanos que siempre vimos como expresaba su amor por nuestra patria y sus próceres, entre ellos a Fidel, el que siempre tuvo un lugar privilegiado como parte de su existencia. Esa novela ensanchó, desde una historia de amor, la compleja fundación renovadora de la era moderna en una ciudad caribeña del siglo XIX, cuyo entorno impregnado de contradicciones se hizo manifiesto en la proverbial epidemia del cólera que dio título a su obra, pero que hoy sentimos como actores en un contexto diferente y en una nueva enfermedad expandida como pandemia; esto es, casi como si estuviéramos viviendo en ese colosal escrito literario, pero ya desde el siglo XXI.
En el entorno de la COVID-19, a diferencia de aquel entonces, sucede algo no presente en esos tiempos, pero sí en un país como Cuba, que considera la ciencia vital para coronar las aspiraciones de una solución, de forma tal que los esfuerzos se conviertan en ejemplo vivo de consagración y den respuesta a un problema actual. También, porque ella sirve para poner de relieve el gran esfuerzo de todos los científicos, en su más amplio sentido y participación, que tratan de lograr la cultura del cuidado y de la prevención en la sociedad; así también, en cómo ellos garantizan, desde su acción creadora y su pensamiento, la subsistencia alimentaria y de vida en una coyuntura política nacional y mundial extremadamente compleja.
De tal modo, se realiza el tratamiento del concepto de filosofía en su relación con la ciencia en la cual, como sustratos esenciales, se devela una ideología y una política, como categorías esenciales para llegar a comprender la relevancia y actualidad del estadio de "crisis científica" en que se encuentra la ciencia cubana para lograr trascender ese flagelo de la salud mundial.
DESARROLLO
Es una verdad históricamente fundada que, diariamente, como resultado de la actividad que se desarrolla en la ciencia, se logran descubrimientos que, en ocasiones, parecen ser consecuencias de la pura elaboración intelectual y del ingenio del científico sin una "supuesta" conexión con las condiciones sociales e históricas en las que todos viven y establecen sus relaciones de vida. Sin embargo, tales aportaciones son en verdad expresiones de las condiciones reales en coyunturas normales o emergentes específicas, y en tiempos y espacios concretos de la existencia humana.
Con esos hallazgos, además, se pretende ocasionalmente explicar la realidad, sin a veces darnos cuenta de que los logros y soluciones que obtengamos en esta lucha por la salud son los que necesitan ser explicados por las condiciones sociales e históricas y por las propias circunstancias en que la COVID-19 tiene lugar. De hecho, eso también simboliza que toda ciencia, cualquiera que sea su especialización, siempre tendrá un fin social independientemente de su particularidad, lo cual responde a la concepción del mundo del científico. Al margen de esas condiciones, la ciencia podrá observar impedimentos para lograr trascender ese momento lleno de incertidumbres en todos los órdenes de la existencia humana, pero en especial, de la salud.
En las condiciones de la ciencia cubana actual, en tanto "ciencia viva" y en el momento en que se percibe bajo esta pandemia, ella mantiene su valor intrínseco y esencial, y se constituye en referente de los modos de actuación vinculados con posturas contextuales comprometidas, lo cual a diario se observa, pues nuestros científicos han recibido de la sociedad y del Estado, en vastos términos, la tarea de transformar, bajo una perspectiva particular-universal, ese estadio negativo en su devenir. Ello es también una imagen real de lo que acontece en Cuba, a diferencia de otros lugares, lo que hace que nuestro personal de la salud y de otras muchas especialidades, también constituidos en científicos, como sujetos transformadores, que son transformadores competentes, y poseen la voluntad de ir a cualquier lugar del mundo donde sean requeridos para aliviar los males de la humanidad.
Pero, todo sucede porque ellos no están al margen de lo que el contexto en que se han educado, contexto generador de cultura, en su más amplio sentido, produce; a saber, la propia ciencia que crean; y el hecho de que no sean indiferentes a las concepciones filosóficas que subsuma la ciencia y le dan rigor, quiere decir que ellos nunca se convertirán en rehenes ideológicos de posiciones que están en contra de la elevación plena del ser humano. Esto, obviamente, siempre es un llamado a evitar, como decía Hart, la degradación ética que está en la esencia de cualquier drama al que la humanidad se enfrente, como es el de la COVID-19. Una reflexión oportuna ya nos la brindaba ya hace varios años:
Las dos revoluciones científico-técnicas más importantes de los últimos tiempos, la informática y la mediática, fueron empleadas para producir el espectáculo de guerras reales, las cuales pudieron verse desde los hogares por televisión, como quien disfruta de una alegre comedia o de un apacible programa de recetas de cocina. La biotecnología y la ingeniería genética, una tercera revolución, al servicio de los intereses creados, puede acabar cumpliendo la pesadilla de Orwell: sociedades de zombies manipulados para la producción y el consumo. (1 pp.194-195)
Por ello, el primer aspecto de este artículo, por la prioridad del momento, es el referido a la filosofía como génesis fecunda de la ciencia y del consecuente proceso del conocer que ella genera, ya que durante los dos últimos siglos, específicamente a fines del pasado, existió un marcado interés por cuestionar la relación entre ambas, lo que no fue otra cosa que el resultado de la influencia, en muchos países, de ideas generadas por los denominados "ideólogos del posmodernismo" en aquel momento. Eso, por ejemplo, hizo que algunos estudiosos(2) adoptaran una actitud suspicaz al señalar que la filosofía había perdido su papel como integradora tanto de las ciencias como del sistema de conceptos que cubre la totalidad de la cultura, así como su papel crítico sobre la ciencia, la moral y el arte.
Los científicos naturales, escribía Engels, "creen que están libres de la filosofía ignorándola o atacándola. Sin embargo, no pueden dar ni un paso sin pensar, y para pensar necesitan determinaciones mentales"(3), lo cual es incontestable. No en vano -y así lo ha demostrado la historia y cómo será en el presente-futuro-, los resultados científicos válidos y perdurables tendrán siempre su surgimiento de una manera directa o indirecta, como acción y reacción, a un estadio de crisis como el actual, y como reflejo, de una forma de pensar y actuar consecuente que influye a la ciencia de manera inevitable.
Lo contrario de ello es el "cientificismo", al cual le es ajeno una problemática "actual", pues solo motiva en el científico el mero saber "libre de preconcepciones", el gusto y satisfacción por el simple hecho de obtener conocimientos para "sí", "egocéntrico", no para "nosotros", al margen de los conflictos y problemas sociales, lo cual no es el caso. Así, los que obvian el papel de la filosofía en momentos como el presente, desconocen la esencia de la práctica como criterio de la verdad y su vínculo con el desarrollo material y, por ende, espiritual de la sociedad.
Y, si bien desde muchas décadas atrás, como ya se dijo, se trató de deslindar la ciencia de la filosofía, fue a finales del siglo XX cuando se acentuaron esas diferencias, defendidas desde posiciones ideológicas de derecha, cuyos propósitos estaban bien definidos en el entorno de una coyuntura compleja de la historia de la humanidad. Ese fue también un periodo en el que se asistió a la proliferación de nuevas generaciones de disciplinas científicas a las cuales, por la penetración de esas concepciones devastadoras de la conciencia social en algunos contextos, se les negó la idea de que ellas surgieron debido a una necesidad social y desde una concepción del mundo, porque esa es la causa del surgimiento de lo científico. Ese es un efecto que hoy se acrecienta con la amplificación de la "globalización neoliberal de la ciencia", a falta de otro término específico para calificar lo que acontece en el entorno mundial.
Por ejemplo, desde la genética, hace varios años en los EE. UU. fueron develadas algunas aberraciones científicas que pretendían argumentar que la causa de la criminalidad no estaba en las condiciones sociales, sino en un "gen criminal", o que las desventajas que sufrían los negros no se debían a la discriminación, sino a su composición genética. Fueron empleados argumentos similares para los pobres, las madres solteras, las mujeres; conclusiones convenientes para una clase social con objetivos definidos.(4) Incluso hoy, relacionados con esta vasta pandemia, coexisten ideas xenofóbicas y discriminatorias del ser humano en ese mismo contexto, que marginan, por ejemplo, a las clases desfavorecidas o a los adultos, y no son la excepción de tales errores.
Es válido citar algunas palabras de Woods y Grant(5), los que ofrecieron una imagen que obviamente propicia una reflexión para nuestros científicos por la actualidad de lo que hoy sucede:
Los que mantienen con obstinación que ellos no tienen ninguna filosofía se equivocan. La naturaleza aborrece el vacío. Las personas que carecen de un punto de vista filosófico elaborado y coherente reflejarán inevitablemente las ideas y los prejuicios de la sociedad y el entorno en que viven. Esto significa, en el contexto dado, que sus cabezas estarán repletas de las ideas que absorben de la prensa, la televisión, el púlpito y el aula, las cuales reflejan fielmente los intereses y la moralidad de la clase dominante.
Y continuaban:
Por lo común, la mayoría de la gente logra 'tirar por la vida', hasta que algún gran cataclismo les obliga a reconsiderar el tipo de ideas y valores a que están acostumbrados desde su infancia. La crisis de la sociedad les obliga a cuestionar muchas cosas que dieron por supuestas. En coyunturas como estas, ideas aparentemente remotas de repente se vuelven tremendamente relevantes. Cualquiera que desee comprender la vida, no como una serie de accidentes sin sentido ni como una rutina irreflexiva, debe de ocuparse de la filosofía; esto es, del pensamiento, a un nivel superior que de los problemas inmediatos de la vida cotidiana. Tan solo de esta forma nos elevamos a una altura desde la que comenzamos a realizar nuestro potencial como seres humanos conscientes, dispuestos y capaces de tomar el control de nuestros destinos.
Según ello, en algunos ambientes de los cuales existen ejemplos (6-9) se ha dicho que no es competencia de la filosofía guiar o mostrar el camino a los científicos sobre un enfoque y una concepción del mundo que les permita erigir su actividad. Esos pronunciamientos no solo subsisten, sino que también son hoy defendidos explícita o implícitamente, en primera instancia, por políticos que intentan resguardar un determinado "establishment" o statu quo con argumentos pseudocientíficos bien conocidos, que de hecho pudieran llegar a condicionar al científico si este no es lo suficientemente crítico de la realidad que le da vida, de su pensamiento, de su acción y del producto que sale de él, lo cual demuestra, hoy, que en nuestro país ese no es el caso.
No obstante, para profundizar un tanto en esa idea y asumir una postura al respecto, lo cual merece un espacio para el esclarecimiento conceptual, traemos a colación a Marx y Engels, quienes explicaron que la fuerza motriz fundamental de todo progreso humano y de la ciencia reside en el desarrollo de las fuerzas productivas. Esa fue una generalización teórica de amplia validez, sin la cual una comprensión del desarrollo de esta última resultaría muy dificultosa. De ese modo, el materialismo dialéctico e histórico, desde una perspectiva filosófica y como método científico -que asumimos-, siempre ha tenido en cuenta plenamente diversos fenómenos, entre ellos la ciencia, pero también siempre ha demostrado el contenido real y la forma en que ella, sobre todo, se relaciona con el auténtico desarrollo social que, en última instancia, depende claramente de su capacidad de reproducir y mejorar las condiciones de vida.
A partir esos señalamientos, realizados por ellos desde su propia práctica, surgió una estimación relativamente sistemática de la ciencia. Esto es, mientras Marx reconoce que "la experiencia sensorial debe ser la base de toda ciencia"(10), también fue consciente de que ella no podía ser tomada siempre por lo que aparentaba ser y rechazaba enérgicamente la posición empirista de que la ciencia se preocupaba en gran medida de sistematizar lo que es directamente observable más que en descubrir las causas subyacentes; de ese modo, los criticó "por enfatizar la observación a expensas de la teoría, y por tratar los conceptos científicos y las teorías solo como mecanismos convenientes para relacionar hechos aislados más que como intentos de capturar la estructura de la realidad."(5)
Marx fue un científico que sostuvo que la ciencia estaba orientada a dar el conocimiento de la estructura subyacente de un mundo material que existe independientemente de los seres humanos, pero que forma parte de él y en él establecen relaciones(11) y señaló, desde una postura científica, lo cual es objetivo, que "toda ciencia sería superflua si la apariencia externa y la esencia de las cosas coincidieran directamente"(10), y fue consciente de que no existe un conjunto de conocimientos fuera del tiempo y del espacio a partir de los cuales se construyen las teorías científicas, ni un método científico del mismo tipo por el cual esas teorías pueden ser probadas.
En la medida en que el conocimiento sobre el mundo material se desarrolla, la comprensión de los métodos apropiados que usan para descubrir más sobre él, y la comprensión de los conceptos convenientes para describirlo, también se desarrollan, todo lo cual es una verdad filosófica irrebatible. Más aún, los métodos y los conceptos bien pueden ser específicos al problema que tratan, pero lo que es apropiado en un área probablemente no lo será en otra, lo cual posee actualidad en las condiciones a las que se enfrenta el país.
Es la "dialéctica del concepto y el hecho" de Marx, porque las categorías que se manejan para representar la experiencia deben ser minuciosamente examinadas y fundamentadas en el tema particular bajo examen. Por ejemplo, los conceptos de la física, tales como masa, velocidad y energía, no son resultado de la experiencia, sino de un proceso extenso y complejo de abstracción; lo mismo es válido para cualquier otra ciencia. Asimismo, junto con Engels hicieron énfasis en que la ciencia solo podía ser plenamente comprendida en su contexto social más amplio, porque de lo contrario no era tal. "¿Dónde -se preguntan- existiría la ciencia natural sin la industria y el comercio?"(6); de hecho, ello lleva a la enseñanza de que el surgimiento de cualquier ciencia nunca ha estado al margen de su contexto de desarrollo y de una comprometida interpretación filosófica de la realidad.
Por ejemplo, en lo referido al principio de Newton, se ha señalado:
Hemos comparado los principales problemas técnicos y físicos del periodo con el esquema de investigaciones que gobernaban la física […], y llegamos a la conclusión de que el esquema de la física estaba principalmente determinado por las tareas económicas y técnicas que ponían en primer plano la burguesía en ascenso […], es necesario analizar más completamente la época de Newton, la lucha de clases durante la revolución inglesa, y las teorías políticas, filosóficas y religiosas [...] reflejadas en las mentes de los contemporáneos de esas luchas.(12)
Marx también reconocía que la objetividad de los resultados científicos no requería de motivaciones imparciales o libres de valores para emprender una investigación; por ello demandaba que los valores que empujan a la ciencia sean aquellos que probablemente con mayor frecuencia lleven a teorías más precisas del mundo. Engels, en una afirmación similar, de amplio valor para la ciencia, como método para la acción y re-creación, no como dogma, dijo que ella revela un mundo de procesos complejos interactuantes que solo pueden ser comprendidos adecuadamente desde una perspectiva dialéctica. (3)
Lenin, más adelante, no se limitó a la tarea de encontrar los defectos filosóficos en las posiciones de sus oponentes. Al respecto, tomó la crisis en la física y en particular la afirmación de que "los hechos han desaparecido", argumentando que mientras los nuevos desarrollos en áreas como la electrodinámica refutan el materialismo mecanicista, estos apoyan un materialismo dialéctico que concibe a los elementos del mundo físico como dinámicos e interactivos, más que pasivos e invariables."(13)
Lo anteriormente suscrito denota que la actividad científica en Cuba posee un condicionamiento filosófico específico y comprometido con una visión dialéctico-materialista del mundo; y el tener en cuenta esos preceptos hace que la ciencia crezca y se desarrolle dando la espalda a los prejuicios que se pudieran haber acumulado en su pasado sobre el divorcio sociedad-ciencia-Estado. Por ello, en Cuba se entiende que la filosofía marxista-leninista ha sido y es una luz en su camino.
Esas realidades señalizan también el por qué un número creciente de científicos de países capitalistas desarrollados, en estos momentos, ven la gran contradicción entre el enorme potencial de la ciencia y la tecnología que ellos generan, y las decenas y cientos de miles que se enferman o mueren por los efectos de la pandemia, y al margen de ellos, no se aporta lo suficiente ni existe un andamiaje que ofrezca respuestas contundentes. Ello está dado, en síntesis, por las precogniciones y leyes que operan en esas sociedades, determinadas por su condicionalidad a ideas que son devastadoras de la conciencia social, y por el abuso sistemático que se hace de sus conocimientos y de sus aportes, los que se utilizan para servir y beneficiar a unos pocos, todo lo cual son campos de la filosofía.
De ese modo, hoy más que nunca, la ciencia, o resiste y vence en la coyuntura en la que se encuentra o se desploma sobre sus verdades, éxitos o fracasos en la práctica, como se dice, cualquiera sea la concepción del mundo en la mente de los que condicionan a los científicos; pero inevitablemente, serán pensamientos filosóficos de clase subsumidos, aunque se reniegue de ello. Por ello es evidente que los que hoy viven y trabajan en nuestra sociedad, piensan en profundidad en el significado y magnitud de su labor, lo que les impide caer en actitudes contemplativas al aplicar, como es el caso, un método consistentemente materialista y dialéctico, que va más allá de la interpretación de lo que nos sucede; esto es, se encaminan hacia soluciones creativas en este holocausto mundial de la salud.
La ciencia que se produce en Cuba en tiempos de la COVID-19, como derivación, parte del supuesto filosófico acerca de qué es el conocimiento, el ser humano y su naturaleza, cómo se experimenta la realidad estudiada en el caso concreto de cada uno de ellos, y, sobre todo, quiénes son los receptores de su mensaje. Cumplir con tales expresiones hace que ella no se pierda en cualquiera de los tantos laberintos que surgen en el camino por andar, para que exista, en consecuencia, un control consciente de la meta a alcanzar y se logren las soluciones que se esperan.
Una ciencia es tautológicamente científica en la medida que se constituya en un genuino saber que sobrepase la mera técnica y en la medida en que sea filosófica y se arraigue en el ser humano. He ahí la espiral del conocimiento donde no solo existen ascensos sino también necesarios descensos y profundizaciones en su interior, como momentos de reflexión para el avance. Y aunque se diga y se argumente que la filosofía no aporta al científico un referente conceptual y procedimental explícito, ella siempre estará, en última instancia, presente en la "toma de conciencia", al menos como ética científica, lo cual decide su conducta individual y social, y de lo cual hoy muchos son ejemplos.
¿Dónde ha radicado la debilidad de las ciencias del sistema social dominante en muchos países? Explicaba Hart, "en pasar por alto una parte esencial de la realidad: el dolor y la miseria crecientes a nuestra vista. Para enfrentar esa situación se hace imprescindible articular política, ética y economía. Si no relacionamos cultura y desarrollo no les encontraremos solución a los retos del ser humano del siglo XXI."(1 pp. 201-202) Esa es una realidad que hoy Cuba no pasa por alto, y es la causa que se hayan tomado medidas eficaces y se haya podido llevar, a la mínima expresión, la cantidad de enfermos y fallecidos. Pero, eso es posible porque prevalece también la voluntad de hacer el bien humano para que prevalezca en el tiempo y el espacio coyuntural, todo lo cual posee un sustrato político e ideológico esencial, que es reflejo de una concepción materialista-dialéctica del mundo.
Por ello, otro aspecto a abordar en este artículo está dado en que la ciencia, y toda la investigación que se haga en su nombre, serán concebidas desde esos conceptos, que se encuentran inmersos, explícita o implícitamente, en la concepción del mundo del científico, puesto que él conscientemente o no jamás estará situado fuera de lo que él mismo, en sus relaciones e interacciones, ha creado y es portador desde su pensamiento y su contexto de actuación.
En lo específico, para enfrentar científicamente la COVID-19, es ineludible afirmar también que los científicos cubanos son el resultado de una forma de interpretar y transformar el mundo, desde una política y de una ideología científicamente conducida y fundada, ya que es una verdad irrebatible que no son inmunes a las tendencias generales de la sociedad en la cual viven y en la que establecen relaciones para la producción y reproducción de sus vidas efectivas.
Esas realidades en Cuba permiten vislumbrar soluciones eficaces con los pocos recursos con que se cuentan, producto de otro flagelo que es el bloqueo económico y financiero de los EE. UU., y desde entornos temporales, espaciales y críticos concretos, como punto de partida, lo que en última instancia devela o define las dimensiones que se tengan en cuenta para establecer relaciones y diferencias más objetivas entre lo particular y el todo (lo singular-universal).
En lo específico, la dimensión política de la ciencia cubana significa que hoy ella responde a los intereses de nuestro pueblo, al que el Estado representa, y a sus prioridades estratégicas en tanto en él encuentran expresión, así como se relacionan y producen y reproducen sus vidas y su cultura.
Es una verdad que nuestra realidad posee sus particularidades desde lo social, lo cual indica que no cualquier solución generada o decisión que haya tenido lugar en otras latitudes con respecto a esta pandemia, rinda necesariamente frutos o pueda ser aplicada (por ejemplo en la esfera de las ciencias sociales). Por tanto, también es necesario enfrentar los retos presentes desde las características del entorno, y de su realidad socioeconómica, donde surgen disímiles problemas que son evidentes; por ejemplo, acerca de cómo lograr la necesidad consciente del cuidado responsable de la salud en las personas y en los que las rodean, lo cual es una deuda del presente. Sus resultados podrán hacer disminuir, cada vez, la cantidad de contagios y muertes por la enfermedad, lo que es una prioridad, más allá de la necesaria solución, pero también el tratar de ver cómo crear y asegurar las condiciones humanas y materiales para que eso sea posible. Esos continuarán siendo retos del por-venir.
Marx (14 p.50) fue uno de los primeros en comprender de manera política tal situación, ya que en tanto la ciencia representa los intereses del Estado, en su carácter de unidad superestructural, ella está socialmente influida y condicionada. Lógicamente, la respuesta a los tantos cuestionamientos que hoy surgen en la situación por la que Cuba atraviesa en el concierto mundial, pasa también por el compromiso político del científico que los formula y a los cuales responde desde la inteligencia y la actitud transformadora. En nuestro caso, esa responsabilidad hoy es la que permite, desde una proyección ética, que los logros que hacen el bien y disminuyen el dolor humano sean una consecuencia de una política sabiamente colegida.
Es ingenuo suponer que nuestra ciencia no posee una connotación de ese tipo. Por ello siempre, en el presente y en el futuro, se impondrán diferentes preguntas al momento de enfrentar esa actividad: ¿cómo contribuye lo que realizo en estos momentos al desarrollo social, cultural y económico concreto de mi país?, ¿cómo lo beneficia?, ¿qué hago como científico en el más amplio sentido de la palabra y qué más puedo lograr?, ¿buscando soluciones a favor de quién lo hago?, ¿de lo que aporto, cómo doy respuestas a esa transformación positiva contextuada y visualizada en la vida de las personas?, ¿cómo lograr una reacción favorable para evitar la multiplicación del contagio?, entre muchas más. Sus respuestas son reflejo de su contexto y son aplicables en él.
Al decir de Hart (15 p.6), en una idea que guarda actualidad, muchos científicos honestos de algunos países capitalistas desarrollados, cuando escuchan decir, por ejemplo, que el marxismo politiza al científico, les han temido a esas ideas creyendo que la ciencia no tiene nada que ver con la política. Pero, cuando en Cuba, desde una concepción marxista, se habla de politizarlos, ello señala que ellos tomarán conciencia de un hecho, y es que la ciencia influye siempre sobre el desarrollo económico, social y cultural en su sentido más amplio, ya sea para acelerarlo o para deformarlo; no es de otra manera.
Entonces, el carácter político de la ciencia cubana en tiempos de la COVID-19 expresa claramente lo imposible que resulta enfrentar esa pandemia si las acciones de la ciencia no se sitúan y responden a la sociedad donde tienen lugar, pero, a la vez, acabar con la enfermedad significa transformarla paralelamente en sus modos de vida y costumbres, de la cual son a la vez, la propia ciencia y los científicos, su expresión. Por eso es ineludible lograr su compromiso político. Que los científicos piensen en ello como algo dependiente de la sociedad que les da origen, en su vinculación con el mundo real, los lleva a ampliar nuestra ciencia como una actividad cargada de valores que se convierte en un escenario de soluciones profundas y concretas, lo cual hoy es el caso. Y el altruismo, dedicación y valentía puestos en evidencia por ellos son un ejemplo de que ese compromiso existe y perdura en el tiempo y espacio coyuntural.
La ideología, por su parte, no significa para la ciencia que exista una oposición entre lo subjetivo y lo objetivo. Es un hecho social que ella es producto de las relaciones que los seres humanos establecen entre sí en un determinado contexto y por lo cual se expresa de diversas maneras. No es tampoco un cúmulo de percepciones imaginarias que afecten el resultado del trabajo científico, siempre que sus consecuencias, de manera objetiva, reflejen las necesidades que emanan de una sociedad concreta. Por lo tanto, puede llegarse a convertir un motor que motive e impulse la actividad
Desde esa perspectiva, es posible afirmar que en esta pandemia la ciencia se mueve entre los difíciles límites de lo "necesario" y lo "actual", cuya determinación es propiamente ideológica; así es. En el primer caso, lo "necesario" señala que toda época mantiene y genera cuestionamientos que precisan de respuestas para el desarrollo y necesitan de solución; sin embargo, es prácticamente imposible por sí solo el enfrentamiento a la "totalidad de los problemas" en coyunturas como estas; de ahí lo "actual", que no es nada más que la "esencia" de lo necesario, como en este caso. El enfrentamiento a la COVID-19, por tanto, revela un problema de "actualidad científica", y todo lo demás se subordina a su solución como un complemento de acciones que se generen para la continuidad de los procesos sociales y económicos que apoye su solución. Esa es la magnitud de su significado.
El concepto actualidad, de ese modo, provee un tratamiento ideológico que conmina a la unificación de criterios y acción sobre la actividad individual, todo lo cual forma parte de la "coyuntura", concepto al cual se le ha dado un uso prolífico en los últimos tiempos por parte de las máximas autoridades del Partido y del Estado cubano. De ese modo:
Las ideologías [...] son el producto de la acción. En el largo plazo aparecen nítidas las relaciones entre un cierto sistema de valores, símbolos, normas, ideas y una sociedad determinada en un momento determinado. [...] En la coyuntura las ideologías tienen un mayor grado de autonomía, una mayor importancia que aquel que le acuerda un status teórico subordinado por mera consecuencia de acciones. Más aún, sabemos que en no pocas ocasiones opera como generador de acciones [...] colectivas. (16 pp. 23-24)
Sobre ese concepto Marx (17 p11), por ejemplo, desde un pensamiento dialéctico-materialista de la sociedad, expresaba la relación entre ese concepto y los individuos; en síntesis, entre una estructura que influye en la práctica social y viceversa: "Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen arbitrariamente bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo circunstancias directamente dadas". La toma de conciencia de la que él habló en sus obras suponía que el ser humano no solo fuera consciente de su papel como sujeto histórico, sino también consciente de su conocimiento para que conformara su propia "verdad" y recuperara la condición humana de la que había sido expropiado.
Es una ley que, en diferentes momentos históricos, como el que hoy se vive en Cuba y el mundo, existan diversos modos de ver y solucionar las crisis prevalecientes; todo ello propiamente, desde una diversidad de concepciones políticas, ideológicas y científicas, aún sin ser antagónicas; pero que han ofrecido respuestas en el tiempo. Ello caracteriza lo científico, sus procesos de cambio, lo cual ayuda a comprender el despliegue y evolución del conocimiento. De acuerdo con lo expresado, tal idea presupone en todo momento, el rechazo a la neutralidad de la ciencia a tono con los principios que la rigen en nuestro contexto.
A través de la coyuntura se estudia, en lo específico, un hecho particular (18); sin embargo, ella no ignora, las regularidades que puedan acontecer, todo lo que permite delimitarlas de lo ocasional, privilegiándose, aunque no exclusivamente, los momentos de crisis como los del presente. Estos suponen, en lo que hoy sucede con esta pandemia, varios peldaños para el ascenso que en última instancia llevan a la solución del problema al que nos enfrentamos.
Esto es, hemos estado desafiando, por lógica, aunque se piense lo contrario, una batalla política e ideológica en la búsqueda de resultados viables, cruzada que ha presentado una regularidad en diversos estadios de solución por parte de los científicos que son portadores de una política e ideología definida, y de los políticos cuya ideología influye en los científicos y en sus modos de hacer, y que aquí de manera sintética se expresan:
- La aparición de crisis (COVID-19), su expansión y la idealización de soluciones teóricas y prácticas desde la experiencia constituida, pero desde la ciencia sobre lo incompletamente conocido.
- Polarización de los involucrados al interpretar la realidad (enfermedad) y sobre tomar medidas según sus causas, los contextos y los modos de lograr una solución.
- El surgimiento de discrepancias, lo que en un momento era una idea abstracta de solución, transita hacia lo concreto producto de las contradicciones manifiestas entre lo que sucede y las vías de solución, lo cual hace más visible una salida a la crisis y permite tomar una conciencia política en su sentido más amplio, más allá de la conciencia social.
- Se reduce lo espontáneo en la actuación individual y se acrecienta, fundamentalmente, la conciencia colectiva.
- Llegado el momento, desaparece el consenso dando paso a la voluntad política para eliminar las contradicciones generadas entre todos, polarizándose los sujetos en los que están de acuerdo con superarlas y los que tienen duda o se oponen a las soluciones.
- Existe un tránsito desde la diversidad a la unidad de acciones, así emerge la voluntad política colectiva, la cual matiza la capacidad creadora que impone tal realidad.
- Esa realidad se asimila en corto tiempo, y lo que quizás no se logró en varios meses o años, como resultado de verdades establecidas, hará que ellas sean sustituidas por otras, producto de decisiones políticas positivas que redundan en la labor de los científicos.
- Ese movimiento presupondrá finalmente, en la relatividad del tiempo, una renovación (el salto) al cual nos asociamos y estamos seguro de llegar a él, el retroceso, o el estancamiento evolutivo.
Lo señalado define ineludiblemente, en las condiciones particulares y en
los momentos actuales, la implementación de nuevas formas de lograr una
ciencia y una conciencia de calidad en cuyo contexto, los profesionales cubanos,
científicos por excelencia, y los que los dirigen, desempeñen un papel
protagónico de transformación social.
CONCLUSIONES
El acceso a la verdad en la ciencia requiere de una concepción compleja y flexible que priorice un enfoque de integralidad incluyente en la aprehensión de la realidad contradictoria asumida. El término "saber científico", al margen de su significado histórico-tradicional como conocimiento en general, de algún modo garantizado en su verdad, en su concepción filosófica, marcada por su objetividad lógico-cognoscitiva, la identidad, la coyuntura y la adecuación, resulta una alternativa posible.
La intelección del saber, cuya interpretación se dirija no solo al conocimiento, sino que incluya el valor y la praxis, abre perspectivas inagotables. Propicia ante todo que no se absolutice la razón, entendida como juez legitimador, y se incluyan diversas formas aprehensivas humanas en la construcción de la verdad.
Eso significa que, si en el saber de la ciencia se propone acceder a la verdad, en su concreción, no se puede soslayar el importante papel de la actividad humana y su estructura compleja. Ella debe buscarse en la ciencia que de ella emana, con un sentido histórico-cultural del desarrollo humano, con imaginación, imaginarios, iniciativas, utopías y vocación; esto es, una concepción del saber que cimente la ciencia en un momento tan complejo como el que se vive en el país.
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